Jueves, Abril 18, 2024
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Todos somos Kate

L. Alberto Rodríguez

L. ALBERTO RODRÍGUEZ

Todos somos Kate

 

El poder causa admiración, no importa cómo se consiga. Por eso un narcotraficante es admirado o, en su caso, temido, pero en ambas condiciones, colocado en un escalafón superior al común. Algunos quieren ser él, otros lo quieren a él. Solo se le puede vencer a través de la guerra; solo se puede obtener su lugar mediante la violencia. Cuando el poderoso gana, acumula honor; y cuando es derrotado dentro de los códigos guerreros, para él quedará el prestigio. Porque cuando privan relaciones de honor, la vida no vale nada en tanto se consiga estima pública. Por eso los capos de la droga y los políticos, se esfuerzan tanto en lavar su imagen ayudando a la gente, regalando cosas, pagando entrevistas. Es una táctica para vencer a la muerte, es decir, al olvido.

 

Esta es la razón por la cual Joaquín “El Chapo” Guzmán quería hacer una película autobiográfica. Esta es la razón de existir de tantos narco-corridos. Esta es la mecha que encendió el affaire entre el líder del Cártel de Sinaloa y la actriz Kate del Castillo. Porque cuando el dinero no es suficiente, únicamente el prestigio es lo que salva el honor de un hombre dentro de una “empresa guerrera”, término que acuñara el sociólogo Gilles Lipovetskypara explicar los códigos de violencia a través de los cuales se rigen los clanes de hombres.

Kate del Castillo (y todos sus significados: belleza, popularidad, renombre) era el botín del Chapo

En ese sentido, los carteles del narcotráfico son “empresas guerreras”, las cuales emprenden una “guerra primitiva” llena de lujos y poder de fuego. Sus personajes pelean por el prestigio, la gloria y la fama asociadas a la captura de “signos y botines”… y Kate del Castillo (y todos sus significados: belleza, popularidad, renombre) era el botín del Chapo, un “guerrero” perseguido, cuyo honor estaba a prueba. Arrinconado, el capo se lanzó a una hazaña audaz para salvar su propia gloria… y perdió.

Y con él se llevó al botín, al menos simbólicamente. Lo demuestran la cantidad de comentarios y memes que surgieron a partir del “Chapokate”, en los cuales se ha vinculado emocionalmente a ambos personajes.  Porque en asuntos públicos, forma es fondo, y no se deben hacer cosas buenas que parezcan malas, y viceversa. No es culpa de Kate del Castillo. A todos y todas nos ha pasado. Todos hemos sido Kate. En la prepa me enamoré de mi profesora de teatro. Ser su preferido me hacía sentir como un dios ante la punta de barbajanes de mi salón.

A todos y todas nos ha pasado. Todos hemos sido Kate. 

Porque el poder seduce, arrastra, rinde voluntades. Y hay un momento en el cual dejan de obedecerse honores personales, y estos sólo existen en función del clan (que puede ser de dos, de tres, de mil). Emprendemos una campaña en búsqueda de ese poder, que es la fama, que es prestigio. Pasa mucho en política. Para llegar ahí, el aspirante toma el camino de la violencia (física, simbólica, contestataria) por honor o por venganza.

Pasa en periodismo también. ¿A quién no le hubiera gustado hacer esa entrevista? ¿Quién podría decir que no lo haría por prestigio? En una cultura de violencia como la mexicana, vencer significa sobrevivir. Y los que vencen, cualesquiera que sean los medios empleados, nunca se avergüenzan (Maquiavelo). Eso también explica el empeño del Gobierno de México por desdeñar toda evidencia de fracaso. Empleando el aparato de Estado ha de demostrar (“venganza”) que es el vence