Viernes, Marzo 29, 2024
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EL MIEDO DE LOS MILITARES

Aportación de Don JOsé Carlos De Saracho. Gracias.

Por Bernardo JUrado                               

EL MIEDO DE LOS MILITARES

            Es como montar cachos o los tarros como le dicen en otros países. Es esa llamada que escuchamos en nuestro celular cuando estamos bajo la ducha y nuestra esposa a viva voz nos pregunta: ¿mi amor te llaman a tu teléfono, es un número sin nombre, atiendo? Y nos damos cuenta que el corazón quiere salirse por la boca, deseamos ahogarnos, deseamos cortarnos las venas con la máquina de afeitar. ¿Hasta cuándo le voy a decir a esta estúpida que no me llame los fines de semana?

 

            Para tener una amante primero hay que preguntarle al cardiólogo si poseemos la capacidad para las emociones violentas antes de un infarto, es como un deporte extremo que por tal nos hace recorrer adrenalina a alta velocidad por el torrente sanguíneo, nos hace sentir vivos, pero a la vez tontos y mojados aun, entendemos que esa no puede ser la vida, ese stress, esa angustia, esa infidelidad, ese desasosiego absurdo, esa doble vida, esa absurda y a la vez angustiante actitud a la auto destrucción, porque amamos a la esposa y al hogar y no entendemos porque somos así.

            Los militares juran a temprana edad serle fiel a la Patria y sus instituciones, a la democracia y a su gentilicio, pero llegó la revolución y los capturó con su capacidad de corromperle y angustiarles. Es la revolución esa amante lujuriosa que hace que los decentes se vuelvan locos y procuren los encuentros secretos que por privados les hacen romper sus juramentos, hasta que están en la ducha y suena el celular.

            Los ascensos sin mesura ni méritos en la mayoría de los casos, los dineros mal ganados o peor aún, no ganados, el carro prestado junto al chofer que les da la sensación de poder cuando nunca lo han tenido, la oscura sensación de que esto durara por toda la vida y pueden tener lo mejor de los dos mundos, una esposa, madre de sus hijos, el sosiego y la tranquilidad del hogar y una amante candente pero carcelaria, celosa y arbitraria, pero divina y divertida. No, eso no pasará, no durará por toda la vida a menos que la elección sea ser infelices y aborrecidos.


            Los militares tienen un legítimo miedo al ver con un corto punto de vista que lo mejor es guardar silencio y que sean otros los encargados de poner orden a la amante estúpida, sin darse cuenta de que son ellos los protagonistas de la destrucción del hogar, al no terminar esta absurda relación que esperamos sea sin violencia, porque realmente no hace falta.

            Quieran o no, las Fuerzas Armadas forman parte de la ecuación política y ahora mismo son infieles a quienes los formaron, a la democracia donde se criaron y a los principios de lealtad, disciplina y obediencia que juraron cumplir a favor de la democracia y no de un proyecto que nunca terminará de cuajar, porque no es tal, jamás lo fue y como el árbol mal sembrado, no posee raíces profundas que le permitan la permanencia en el vendaval.

            Yo entiendo a los militares ¿Cómo no voy a entenderlos?  ¡Si yo soy uno de ellos!