Gracias, señor Peña Nieto

Desde la tribuna

ARMANDO ROMÁN ZOZAYA

Gracias, señor Peña Nieto

 

 

11 de Marzo de 2018

 

Nací en 1975. A mí y a millones de niños mexicanos se nos inculcó en la escuela la idea de que el PRI, la Revolución (considerada sagrada) y el gobierno encarnaban la identidad misma de México. Asimismo, se nos inoculó la creencia de que el Presidente de la República era una divinidad todopoderosa, bienintencionada, omnipresente e infalible.

Al mismo tiempo, las palabras “crisis”, “devaluación”, “corrupción” y “fraude electoral” fueron también parte importante de nuestra niñez-adolescencia. Eventualmente, nos dimos cuenta que las cosas no tenían sentido: si el presidente era todopoderoso y piadoso, si el gobierno era la Revolución y ésta era sagrada, ¿por qué las crisis recurrentes, los graves problemas, las terribles carencias?

La primera vez que pude votar no lo hice por el PRI. Jamás he votado por ese partido y nunca lo haría. En la escuela nos mintieron. En los noticiarios nos mentían. El PRI era, y es, un nido de corruptos, de personajes deleznables a los que México no les importa realmente y ven al gobierno como su patrimonio personal, de sus familias y amigos. Sí: muchos mexicanos nos dimos cuenta de eso, poco a poco, hasta que, en el año 2000, el voto de la ciudadanía le quitó el poder presidencial al PRI.

Ahora bien, los mexicanos que nacieron por ahí de 1995-2005 no pueden recordar lo que fue el priismo antes de la Presidencia de Vicente Fox: no lo vivieron. Lo que saben al respecto les ha llegado de libros, de historias personales, etcétera. Pero nada más. Y eso no es lo mismo a haber crecido, a haber padecido en carne propia, lo que fue el Partido Revolucionario Institucional.

Los mexicanos que hoy en día tienen alrededor de 15-25 años crecieron escuchando sobre un “nuevo PRI”. Ese PRI compuesto por individuos como el propio Peña NietoJavier DuarteCésar Duarte y Roberto Borge. Ese nuevo PRI que decía que sí sabe gobernar, que transformaría a México en un “Estado eficaz” y, por supuesto, que ya no era como el viejo PRI, que ya había cambiado.

Y es justamente con relación a esos mexicanos jóvenes que el presidente Peña y su gobierno han hecho algo realmente positivo para el país: le han mostrado a la juventud mexicana que el nuevo PRI es igual, tal vez incluso peor, que el viejo PRI: la corrupción, el amiguismo, el patrimonialismo, el cinismo, etcétera, son parte fundamental, la esencia misma, del PRI de hoy y de siempre.

Quiero agradecerle al presidente Peña por este invaluable servicio: gracias a él y a su gobierno, es posible que, por fin, México quede vacunado del PRI pero, sobre todo, de lo que el priismo representa, es decir, de esa forma de entender el ejercicio de gobierno como una forma de sacar provecho personal y usar las leyes a favor de los amigos, así como para destruir a quienes son considerados enemigos.

Se dirá que no, que el PRI ya colonizó a todos los partidos y que estamos destinados a ser gobernados, al menos por algún tiempo, por una clase política nefasta. Se dirá también que los gobiernos de Fox y Calderón no fueron una maravilla. De acuerdo. Pero la “vacuna” antipriismo (anticorrupción, etcétera), si bien puede tardar en tener efectos, podría resultar fulminante: si López Obradorgana la Presidencia y las cosas no cambian realmente, los mexicanos buscarán otra alternativa en el futuro. Lo mismo pasará si gana Anaya o gane quien gane. ¿Por qué? Porque, gracias a Peña Nieto y su administración, parece que, por fin, muchísimos mexicanos estamos asqueados y hartos de todo lo que la “actitud priista” representa.

Probablemente se requieran muchos años. Pero tal vez, sólo tal vez, estemos finalmente en una ruta diferente: ¡muchas gracias, señor Enrique Peña Nieto!