La estación

GERARDO GALARZAPos’ ya ni modo

Pos’ ya ni modo

25 de Octubre de 2015

 

Que en México existe una crisis en el respeto a los derechos humanos nadie lo duda. No es un problema de ahora ni de los años recientes. La falta de respeto a esos derechos ocurre desde hace años, décadas, siglos, sólo que antes no estaban de moda.

 

 

Esa crisis tiene su origen en la impunidad, en la inexistencia de un Estado de derecho. Rara vez los violadores de los derechos humanos reciben el castigo legal correspondiente. Por eso la lucha, legítima y justa, por el respeto a esos derechos y por el castigo a los culpables es muy bien vista socialmente.

 

Y ahora en estos tiempos convulsos esas luchas provocan grandes réditos políticos y, en ocasiones, ganancias económicas… siempre y cuando se escojan bien las causas a defender, porque hay de causas a causas. Faltaba más.

 

La tarde del pasado lunes 19, en la plaza principal de Ajalpan, Puebla, una turba enardecida secuestró, torturó y quemó (uno todavía vivo) a dos jóvenes trabajadores que levantaban una encuesta sobre el consumo de tortillas para una empresa del Distrito Federal, bajo el pretexto de que los confundieron con secuestradores de niños: los hermanos José Abraham y Rey David Copado Molina, quienes ejercían un trabajo legal y digno para alimentar a sus familias, sin saber que lo hacían en un pueblo de asesinos.

 

En el mundo entero estos actos atroces y miserables se les justifica al considerarse que son cometidos por el “pueblo bueno, sabio y justo”. En España y toda Latinoamérica se les cree herencia de los pobladores del pueblo cordobés de Fuente Ovejuna, quienes en una noche de abril de 1476 lincharon al comendador mayor de Calatrava, Hernán Pérez de Guzmán. Esos hechos fueron recogidos 135 años después por el gran Lope de Vega en su célebre Comedia famosa de Fuenteovejuna, en la que se muestra que los que ahora serían los fiscales se enfrentaron a una respuesta sobre los asesinos del comendador: Fuenteovejuna. Hay que decir que ese linchamiento fue por el descontento por los abusos de la autoridad (el comendador).

 

México, principalmente en los estados del centro y sur del país y el mismo Distrito Federal, los linchamientos “populares” son muy populares y sus autores nunca son castigados. Sus crímenes quedan impunes. En Puebla, los hay frecuentemente: Uno de ellos quedó registrado en la película Canoa, dirigida en 1975 por Felipe Cazals con guión de Tomás Pérez Turrent, que narra el asesinato de empleados de la Universidad Autónoma de Puebla, quienes pretendían escalar la montaña de La Malinche, y la noche del 14 de septiembre de 1968 buscaron refugio en el pueblo de San Miguel Canoa, para resguardase del mal tiempo y terminaron asesinados, acusados de “comunistas”.

 

En ese tiempo, como ahora, ese asesinato fue considerado, como también se hace ahora, parte de los imbéciles “usos y costumbres” populares, por lo que sus autores no reciben castigo alguno, aunque quedó establecido que el instigador principal fue el cura del pueblo. Estrictamente no debería ni siquiera considerarse justicia por mano propia, prohibida y castigada por las leyes mexicanas. En general, los linchados son absolutamente inocentes de los cargos que la turba enardecida les imputa. Esos homicidios deberían ser tipificados como asesinatos con premeditación, alevosía y total ventaja.

 

Pero, en México hay de asesinatos a asesinatos. Faltaba más. Por los hermanos Copado Molina no hay organizaciones no gubernamentales locales, estatales, nacionales o internacionales, comisiones públicas y privadas de derechos humanos locales, estatales, nacionales o internacionales que aboguen por el castigo a los culpables de sus muertes. ¿Dónde está la Comisión Nacional de Derechos Humanos? ¿Dónde está la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? ¿Siquiera asesorarán a los familiares de las víctimas, entre ellas dos pequeños gemelos? ¿Tocarán con el pétalo de una recomendación a los gobiernos municipal y estatal?

 

No. Por los hermanos Copado Molina no hay quienes griten “¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!” Su tortura, su muerte, su denuncia, la defensa de sus derechos no producen réditos políticos, ni prestigio social o en las redes sociales para los denunciantes, tampoco para las autoridades. Tampoco “donativos”.

 

Dice el gobierno estatal que ya hay cinco detenidos de un total de nueve contra los que se dictaron órdenes de aprehensión. ¿Y los demás? “Fuenteovejuna, señor”.

 

Los activistas de escritorio, de las calles, de las oficinas levantarán los hombros y dirán, como dicen en los pueblos: “Pos’ ya ni modo”. Impunidad pura.