Alhajero

Por Martha Anaya

    Desde que Enrique Peña Nieto llegó a la gubernatura del Estado de México y se perfiló para la candidatura presidencial, se habló con insistencia del “nuevo PRI”.    A ese grupo –toda una nueva generación de priistas– se jactaban de pertenecer varios personajes que, o ya gobernaban sus entidades, o estaban a punto de gobernarlas.    El común denominador de los integrantes de ese “nuevo PRI” era, además de su juventud, su apoyo al mexiquense para devolver al PRI a Los Pinos.

 

    Entre ellos estaban Miguel Ángel Osorio Chong (ex mandatario de Hidalgo), Rodrigo Medina (ex gobernador de Nuevo León), Aristóteles Sandoval (aún gobernador de Jalisco), Ivonne Ortega (ex mandataria de Yucatán), Javier Duarte (mandatario de Veracruz), Roberto Borge (gobernador de Quintana Roo), César Duarte (gobernador de Chihuahua), Miguel Alonso Reyes (jefe del ejecutivo zacatecano), José Calzada (ex gobernador de Querétaro).

    Sumados al equipo cerrado del mexiquense, lograron su objetivo primordial: ganar la elección presidencial después de dos sexenios en la banca.    Su futuro pintaba más que promisorio.  Pero a tres años de distancia, el juego ha cambiado por completo: Ya ni siquiera se habla del “nuevo PRI”.

    Los “clones” de Peña, así como buena parte de sus compañeros de generación que lo acompañaron o lo empujaron hacia la silla del águila, han caído en desgracia o de plano se han convertido en peso muerto para el priismo.    Medina y Aristóteles son ejemplos vivos de una caída en picada. La desgracia toca a sus puertas.    Duarte, el de Veracruz, difícilmente saldrá bien librado de su paso por la gubernatura. Su imagen como político es de las peores a nivel nacional.    El otro Duarte, el de Chihuahua, Borge y Alonso, el zacatecano, comparten múltiples acusaciones de gobiernos plagados por la corrupción.

    De la debacle (al menos en imagen) de aquellos que enarbolaron la generación del “nuevo PRI”, pocos se salvan:

    Calzada, cuyo gobierno fue bien evaluado por sus ciudadanos (aunque perdió la elección de su sucesión frente al PAN); Ivonne, quien no ha visto colmadas sus aspiraciones en la primera mitad del sexenio (pasó de ser secretaria general del PRI a una diputada sin mayores miramientos por parte de su coordinador, César Camacho); el propio Osorio, quien milagrosamente –e inexplicablemente, después de la fuga de El Chapo– permanece como secretario de Gobernación.

    Los del “nuevo PRI”, pues, terminaron desdibujándose, derrumbándose de hecho.

    Las estructuras del Revolucionario Institucional –las antiguas, las de siempre– retomaron entonces su fuerza –impidieron el arribo de Aurelio Nuño (integrante de última hora del “nuevo PRI”) a su dirigencia– y volvieron por sus fueros.   Así se verá hoy cuando el sonorense Manlio Fabio Beltrones, presidente nacional del tricolor, presente a los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional para el periodo 2015-2019 y cite los nombres de sus hombres de mayor confianza: Marco Bernal, Manuel Añorve, Canek Vázquez, Alejandro Gutiérrez, Jesús Anaya…