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Obed Plascencia Murió

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
Por Héctor Barrios Fernández
OBED PLASCENCIA

Me hubiera gustado o mejor dicho me gustaría conocer personalmente a Obed Plascencia Verdugo, uno de mis jugadores favoritos en la niñez en los 1960s a mediados de los 70s.
Cuando cada semana adquiría aquellas famosas revistas sobre béisbol, esperaba que viniera algún artículo relacionado con Obed Plascencia, a quien le apodaban “El Gordo de Oro,” a decir de los reportajes.
Antes sólo leía, ahora me queda la impresión de que era y seguirá siendo, un hombre acomedido, colaborador, luchón y que no le tiene miedo a emprender cualquier actividad que sienta que puede realizar. En pocas palabras no hay “imposibles” para él, al menos lo intenta. Si lo logra, qué bueno y si no, le queda la satisfacción de que lo intentó, en otras palabras, si lo ponchan habrá de ser tirándole a la pelota y no viéndola pasar, para ponerlo en términos beisboleros.
Al menos es la imagen que tengo de él.
Además, pues que caray, Obed jugaba para los Tigres de la Ciudad de México, que eran mis favoritos en mis años de niño y juventud.
Y es que Obed, lo mismo jugaba en los jardines, que en la tercera o primera base. Y si el manejador le hubiera encargado otra tarea, júrelo que la habría hecho. No se amedrentaba fácilmente.
Nació en Santa Rosalía, B.C.S., el 19 de octubre de 1944, o sea paisano de Vicente y Enrique Romo, Arturo Cacheux, Guillermo “Bachichas” Frayde, Vicente Peralta, Alfredo Meza Rubio y otros que de momento escapan a mi memoria. “Cachanías” cien por ciento. Aunque luego siendo aún un niño, con su familia emigró a la vecina Guaymas.
Tengo la fortuna de contar con amigos de apellido Plascencia radicados en Ensenada, B. C., pero con raíces “Cachanías” otros de apellido Verdugo con orígenes en Comondú, B. C. S. muy cerquita de Santa Rosalía, quizá guarden parentesco con Obed Plascencia Verdugo.
Comenzó a practicar el béisbol ya cuando joven, fue empleado de una fábrica de hielo para surtirlo a los barcos e industrias pesqueras.
Corito Varona tuvo que ver para que los Tigres de la ciudad de México lo firmaran.
Quince temporadas lo respaldan como gran jugador, todas con los Tigres, entre 1965 y 1979, salvo un corto tiempo en 1977 con los Dorados de Chihuahua.
Dejar un promedio de bateo de .297 en su carrera dentro del béisbol en la Liga Mexicana de Verano, con 1351 hits no los logra cualquier jugador, para eso se requiere dedicación, entrega, trabajo, disciplina, atributos que tuvo y seguramente seguirá teniendo Obed.
Dicen en Santa Rosalía que el que no es beisbolista, es de… “orientaciones sexuales diferentes,” creo que así se dice ahora, pero para evitar malos entendidos, les diré que Obed era beisbolista y jugaba al menos tres posiciones.
Esto no deja de ser uno de tantos chascarrillos que caracterizan a esa comunidad emprendedora y trabajadora en donde los franceses se asentaron para explotar las minas de cobre y entre otras cosas son famosos también por su fina panadería.
De familia muy beisbolera, ya que su hermano Rigoberto también abrazó la difícil profesión de beisbolista profesional, lo mismo que Obed Plascencia López Jr.
En invierno, por si fuera poco, grandes años con los Ostioneros de Guaymas, equipo de mis preferencias en mi niñez en la Liga Son-Sin, también lo recuerdo con los Naranjeros de Hermosillo, cuando escuchaba las narraciones en la voz de Fausto Soto Silva a través de “La Grande de Sonora” que se escuchaba por las noches al sur de Ensenada, en Santo Tomás, en donde mis abuelos tenían su rancho y solía pasar grandes temporadas con ellos.
También Obed jugó para los Cañeros de Los Mochis, Algodoneros de Guasave y por corto tiempo para los Yaquis de Ciudad Obregón. En total 20 grandiosas temporadas invernales en donde dejó un respetable promedio de bateo de .277, una gran carrera tanto en verano como en invierno avala a Obed Plascencia Verdugo.
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