A la damita le molesto el humo y le reclamó al mesero el que permitieran fumar en el restaurante, siendo que para esas fechas estaba prohibido. El mesero le dijo muy amablemente, que nada podían hacer, que los dueños preferían pagar multas, que prohibir fumar a sus clientes, algo que tenían siglos haciendo en ese Heroico puerto. Y ni modo.
Por la noche volví al lugar y nos sentamos en el portal, un sacerdote amigo mío -desde nuestra lejana infancia- y le comenté el sucedido de la mañana. Él me respondió que el vicio será lo último que desaparezca de este mundo y agregó, que hay miles de sacerdotes católicos que fuman y obviamente molestan con su humo.
Oye le digo: ¿cómo está eso que lo último que desaparecerá de este mundo es el vicio?; ¿qué acaso no tienes la esperanza que ustedes con sus consejos y oraciones a Dios logren ganarle la batalla al diablo?.. Yo lo cuestione nomás por joderlo.
Acabemos, me responde, el que la gente deje de fumar, lo verán si acaso, nuestros nietos.
¡Tómala!
Si no entendió vaya a que se lo expliquen.
Breviario Cultural.
El Gran Café de la Parroquia es un restaurante y cafetería ícono del puerto de Veracruz. Es famoso por sus tradiciones, ambiente familiar y por su café lechero. Se encuentra ubicado en el Paseo del Malecón y Valentín Gómez Farías No. 34, en el Centro Histórico de la ciudad. Se le considera el café-restaurante más famoso de la República Mexicana. Su lema es «El café como debe ser».
De manera oficial, El Gran Café de la Parroquia tiene su origen en 1808, año del surgimiento de la Pulpería de la Parroquia, negocio ubicado, en su inicio, en la esquina de los portales de la avenida Parroquia, también nombrada calle Principal; justo frente a la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, ahora Catedral de Veracruz. De ahí, el nombre designado a la calle principal de la ciudad y, por consiguiente, a los negocios aledaños.
En su inicio, según el pago de impuestos de la época, el negocio expendía bebidas como café, vinos, aguardientes, mistelas y alimentos de origen europeo.
Bien queridos amigos beisboleros que se andan preocupando por el humo en los estadios, eso vale madre, me dijo un médico, la droga que se vende en ellos, eso debería preocuparlos. Me contó que un día le llevaron a un jovencito intoxicado y que después de unos análisis que le hicieron, arrojaron que el chamaco había consumido unas “tachas” de no sé qué compuesto químico, las cuales las acompañaba con otra droga que venden de a chingo en los estadios, que vienen en botellas de cristal y en botes de aluminio y que los chamacos le llaman “beers”
Ay nanita, nomás de verlas se me están antojando, lo bueno que en mi refri-bar tengo una docena de Coronitas Extra enfriando pal juego que viene.
Tan hermosas ellas, pos si pero eso es droga, no lo sabía, y de eso nada dicen las personas a las que les molesta el humo, que delicadas.
Ciertamente a mi me molesta también el humo y mucho; pero aprendí a convivir con las personas que tienen ese vicio de quemar su dinero y a veces el de otros.
Una vez, viví con una prima-hermana y su departamento era muy pequeño, y ella, su esposo y una hija, con un cigarro prendían el otro, y como le pagaba renta, un día le avisé que me iba, que ya no soportaba tanto humo. Ella me lloró para que no me fuera, yo pensé que le hacía falta el dinerito que le pagaba y me conmovió.
Un día me pidió un adelanto, porque no tenía para sus cigarros. Le comencé a aconsejar sobre los peligros de fumar, el cáncer y esas cosas. Una hora después, le concluí, así que ya deja de fumar.
Unos segundos después me dice con su vocecita, ¿me vas a prestar primo? ¡NOOOO! Le grité y salí de su departamento.
Al rato regresé con tres paquetes de esos que traen una docena de cajetillas o algo así cada uno; comprendí que de ese vicio sólo Dios la podía sacar y Yo no soy dios.
Pero ya que andamos con quejas ai les va una mía de mí en Mi mayor.
Hace años vengo diciéndoles a los directivos de los Cañeros de Los Mochis que deberían moderar el ruido que producen los encargados del sonido del estadio. Al parecer creen que ellos son los artistas a los que va la gente a escuchar; no paran de hacer ruido con sus tarugadas. Y eso me super molesta, no dejan hacer comentarios con nuestros amigos sobre el juego u otras cosas.
Por ello, mucha gente de la tercera edad ya no vamos al estadio, y eso es muy malo, por que es parte de nuestra salud salir de nuestro ambiente cotidiano familiar y ver a nuestros amigos, platicar con ellos, convivir y conbeber, los que puedan.
Antes, el sonido local era para anunciar: a los que iban a batear, los line ups, cambios de pítcheres, emergentes o cambios varios dentro del juego. Luego entre las entradas algunos anuncios comerciales y punto.
Hoy con bocinas súper potentes, molestan, así de simple.