Iniciamos nuestra conversación mostrándole mi libro CON OLOR Y SABOR A BEISBOL anecdotario. Le llamó la atención el título, lo hojeo, se detuvo en algunas páginas , paladeando cada anécdota. Leyó algunas a detalle y me comenta sin más: mi querida esposa era de Los Mochis- seguro leyó alguna anécdota de un mochiteco- y me da los datos: Ella se llamó Ma del Carmen López, mejor conocida como “La Chita López”, hija del Lic. Fco. José López y María García. Nuestro casorio fue todo un acontecimiento, era el primer pelotero que se casaba con una mochitense. Esto ocurrió en mi 2ª temporada, nos conocimos el 49 y el 50 nos casamos.

Le pregunto sobre su columna en el periódico EL NORTE, su respuesta me sorprende: hace 15 días se cerró esa faceta de mi vida, después de 42 años de estar colaborando día a día. Agradezco a dios el tiempo y la posibilidad de hacerlo, siempre guardando la forma, sin hacer sentir mal a nadie – intentando- porque a veces, inevitablemente alguien se siente mal por tal o cual detalle comentado, siempre comenté los sucesos apegados a la verdad y hasta donde la libertad de expresión lo permite. Agregó: siempre fui colaborador, nunca estuve en nómina, no obstante, en navidad, me otorgaban aguinaldo, no me queda más que agradecer a la editorial por tantos apoyos y la oportunidad de estar en contacto con la gente.

De sus inicios en el béisbol, comenta que su decisión de ser pelotero fue cuestionada duramente por su padre, pero aceptada finalmente, agrega: no era para menos, estaba comenzando mi carrera profesional el Tecnológico de Monterrey, con un dinero que el gobierno de Estados Unidos me pagaba por haber estado en el ejército por dos años.

Supe que Lázaro Salazar convocó  a los novatos para practicar y ver quien daba el ancho para el profesionalismo. Me firmó y después de sortear los escollos familiares inicié mi carrera, que me llevó a debutar en las Grandes Ligas con Piratas en 1955. Estuve 2 temporadas con ellos, el 57  y 58 estuve con Dodgers.

En Pittsburgh me tocó el gran honor de jugar al lado de una leyenda del béisbol, Don Roberto Clemente, yo en el center y él en el right field. Pude ser testigo de sus tirazos de aire, fuertes y precisos a home y 3ª base, enfriando corredores que dudaban de que la pelota ya estuviera ahí. Por cierto que el coach de fildeo Branch Rickey  insistía en la práctica que los tiros fueran al ras, por la cabeza del cortador, dando margen para otra posible jugada en las bases , si ya no fuera posible la jugada en home. Rickey pidió a los peloteros un billete de 10 dólares y un chicle masticado. El chicle se lo puso en la gorra al 3ª base y dijo: el billete es para el que  lo arranque con el tiro. Estábamos todos los outfielders en práctica de tiro de jardín izquierdo a home. El tiro de Clemente pasó rozando el chicle del cortador y aún así llegó de aire a la mascota del cátcher. Así de fuerte tiraba.

En realidad jugué poco, había demasiada competencia, mis números no son para presumir, pero en ese tiempo eran sólo 8 equipos por liga, hoy son 30 equipos, las posibilidades son mayores para jugar a diario. No obstante, hace unos años, en una acción muy humana, Bud Selig y la asociación de peloteros acordaron la pensión para los que no completaron los 5 años – mi caso- y ahora gozo de ella, hasta que dios me mantenga con vida

Sobre el apodo de Clipper, precisa: bien a bien, no sé quién me lo puso, si fue Agustín D. Valdez o Kid Alto, pero fue en la Costa, la prensa lo publicaba y los comentaristas lo decían y así se fue quedando. Algunos decía que era por mi parecido en el swing al de Joe Dimaggio y otros porque parecía que cortaba con él. Como haya sido es un honor y me agradó siempre el apodo, que hasta hoy conservo.

Recuerdo a Los Mochis como un pueblo grande, no he vuelto desde 1977, debe haber cambiado mucho, pero le debo mucho a esa noble afición, igualmente a la de Mazatlán.

Le extiendo la invitación a visitarnos en la ciudad esmeralda  y lo agradece, sin prometer nada, externa su deseo de algún día pisar el estadio Emilio Ibarra Almada.