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EL DUQUE DE CUBA

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EL DUQUE SIEMPRE VA A SER MI PITCHER FAVORITO

PUBLICADO POR DANIEL DE MALAS EL MIÉ, 15/10/2014 - 12:18AM
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Orlando "El Duque" Hernández

Nota: Este artículo salió el pasado sábado 11 de Octubre en el blog Swing Completo de nuestro colega y colaborador Daniel de Malas. BaseballdeCuba publica el artículo hoy, con la adición de las estadísticas de la carrera de Orlando "El Duque" Hernández en sus 10 temporadas en Cuba y un link a sus estadísticas de por vida en EEUU.

 

Hoy, 11 de octubre de este 2014, es el cumpleaños número 49 (Oct 11, 1965) de Orlando “el Duque” Hernández, uno de los mejores lanzadores cubanos de todos los tiempos, el orgullo de varias generaciones y personalmente, mi pitcher favorito entre los que he visto. Hace casi 3 décadas (1986) debutó el “26”, veamos que ha pasado en ese tiempo.

Intentaré en este trabajo resumir la carrera de una leyenda, de uno de los más geniales y sencillos lanzadores en la historia del béisbol en Cuba, de uno que engrandeció el espectáculo, donde quiere que fuese y que, con su sonrisa contagiosa y modesta, le regaló a sus fanáticos una carrera envidiable, llena de trabas, que solo alguien como él podía vencer.

En estas líneas pretendo rendirle honor al Duque más popular de la historia, al Duque del pueblo, al Duque de Cuba y al Duque de siempre. 

Cuando Orlando llegó a las Series Nacionales, inmediatamente su talento fue reconocido y su estilo se impuso entre la fanaticada, aunque en esa temporada de 1986-1987 su protagonismo se movió por el rango de discreto, pues los cintillos capitalinos pertenecían a los lanzadores Lazaro de la Torre, Ángel Leocadio Díaz, Pablo Miguel Abreu y Euclides Rojas en esos Industriales y a Rene Arocha, José Modesto Darcourt y Lazaro Valle en los Metropolitanos de esa campaña. No obstante la leyenda del Duque nació para toda la isla.

El Duque Hernández tenía un destino enredado y arduo en el horizonte, pero en la Cuba de finales de los 80 ni él ni nadie podía prever lo que estaba por venir.

La figura del Duque fue creciendo con los años, entre las cruzadas de 1988 y 1990 tejió con un balance impresionante de 42 victorias y 13 derrotas, como augurio de lo que sería la base del récord más impresionante de su carrera en la isla, pues después de jugar 10 Series Nacionales de béisbol su promedio de ganados y perdidos se volvió intocable, y aunque muchos se han acercado, nadie ha podido superar (para el dolor de algunos que han intentado condenar al olvido a uno de los mejores atletas cubanos de todos los tiempos) el maravilloso .728, producto de 126 victorias y unas pocas 47 derrotas. No obstante, las últimas 5 temporadas de Orlando en Cuba (del 92 al 96) solidificaron su marca, pues ganó 70 juegos en 92 decisiones.

Siempre habrá quien quiera minimizar la labor de la estrella de los Industriales justificando que siempre estuvo con un equipo ganador, pero les corto el paso diciéndoles que durante su estancia con los Azules en Nacionales y equipos Ciudad Habana en Selectivas, estos conjuntos ganaron 725 juegos y perdieron 417, promediando .635, lo que son 93 puntos menos que el promedio del Duque y la prueba de su grandeza.

La historia del estelar derecho capitalino en su paso por las Series Nacionales a veces es subestimada, pero considero importante recordar que Orlando lanzó todo su carrera en Cuba en la era del bate de aluminio, además de enfrentarse a lo que ha sido considerado la mejor generación de bateadores de la isla, con Omar Linares, Orestes Kindelán, Antonio Pacheco, Víctor Mesa, Lourdes Gourriel, Ermidelio Urrutia, Lázaro Junco, Luis Giraldo Casanova, Lázaro Madera, Juan Carlos Millán, Romelio Martínez, Oscar Macías, Julio Germán Fernández, José Estrada, Oscar Machado, Leonel Moa, Miguel Caldés, Pedro José Rodríguez, Gabriel Pierre, Rey Isaac, Fausto Alvarez y otros tantos que hicieron de esa época una era muy difícil para los pitchers. De hecho el Duque tuvo que lanzar, en un momento u otro, frente a todos los peloteros que tienen como palmares 220 jonrones, o más, de por vida en Cuba (restando lógicamente los bateadores actuales).

Es cierto que haber estado solo una década en la pelota cubana privó al Duque de mayor cantidad de récords acumulativos, pero es el tercero de todos los tiempos en cantidad de victorias por temporadas, el cuarto en ponches por campaña y el décimo en cantidad de entradas por año.

Entre los lanzadores con 1000 capítulos lanzados o más, el Duque es el segundo que menos entradas necesitó para ganar un juego, con frecuencia de 12.02, únicamente superado por el 11.69 de Norge Luis Vera.

Decir que desde 1988, su segunda campaña, ya integró el equipo Cuba al Campeonato Mundial de Italia, repitiendo en similares torneos, pero en 1990 en Canadá y 1994 en Nicaragua. En el año 1992, después de hacerse del título nacional con Industriales, se convirtió en campeón olímpico en Barcelona, primera medalla de oro en citas estivales para el béisbol. Otros lauros internacionales vendrían antes del fatídico 1996, donde el Duque no volvió a lanzar en la isla.

Orlando Hernández en la Selectiva e 1994 con La Habana
Orlando "Duque" Hernández en la Selectiva de 1994 vistiendo el traje del elenco Habana.

De su paso por la pelota en Cuba mencionar la vez que sopló la bola, para que esta saliera a "foul" mientras rodaba por el infield; o el no hit no run que le tiró a Matanzas como visitante el 7 de abril de 1990 en la Serie Selectiva de ese año; o aquel quinto juego de la Final de 1996, donde se enfrentó a un Villa Clara de miedo y fue capaz de vencerles, para poner delante a sus Industriales (en lo que sería su segunda corona nacional); o la vez que salvó en una Selectiva el primer turno de un doble juego y abrió el segundo partido para ganarlo.

El Duque terminó en Cuba con 126 triunfos, 47 reveses, 1514.1 entradas de actuación, 1211 ponches, 23 lechadas, 9 juegos salvados, con un promedio de limpias de 3.05 y donde le batearon solo para .238. Todo esto, reitero, en la era del aluminio y los grandes bateadores.

Ese año 1996 fue cuando él, German Mesa y Alberto Hernández (sin parentesco con el Duque) fueron separados de por vida del béisbol nacional, por establecer comunicación con el cazador de talentos Joe Cubas, siendo peor aún para Orlando, pues también le achacaron comunicación con su hermano Livan Hernández, que había abandonado el equipo nacional en 1995 en México. Le dijeron a un pelotero que no podía jugar pelota y esto es tan paradójico, como absurdo.

En su año final, el Duque en Cuba tuvo la siguiente foja, sumando Serie Nacional, Postemporada y Copa Revolución (donde estuvo lesionado), 17 juegos, todos como abridor, balance de 9-3, 122 ponches y 32 bases por bolas en 112 innings, trabajando para PCL de 3.70; además ganó 8 partidos en igual cantidad de decisiones en la Serie Provincial de esa campaña, quedando claro que eso de “el Duque se fue de Cuba “liquidado”” es una tremenda mentira.

En diciembre de 1997 Orlando Hernández abandonó la isla y dejó a todos sus seguidores con ganas de más.

Pero mucho más estaba por venir.

En cuestión de meses después de su salida, y tras rápido peregrinar por las Ligas Menores, el Duque debutó con los Yankees de Nueva York el 3 de junio de 1998.

Ese partido inicial, contra Tampa Bay, le demostró a la fanaticada neoyorkina de que estaba hecho el cubano, pues lanzó 7 sólidas entradas, con 7 ponchetes, 2 bases por bolas, 5 hits y una carrera limpia (su primer jonrón permitido en la Mayores, salido del bate del zurdo Fred McGriff).

El Duque quedaría cuarto en la votación del Novato del Año en 1998, a la edad de 32 años, pues fue tercero en balance de ganados y perdidos con .750, ya que ganó 12 y perdió 4, además de tener promedio de limpias de 3.13 y 131 ponches en 141 entradas. Detrás de Ben Grieve (18 jonrones y .288 de average), Rolando Arrojo (14-12 y 3.56 PCL) y Mike Caruso (22 bases robadas y .306 de average). La leyenda continuaba tejiéndose.

Fue entonces que los dioses decidieron demostrar que este era un Duque con mucho aché y en la Postemporada le tiró 7 innings al poderoso equipo de los Indios de Cleveland, en el cuarto juego de la ALCS de 1998 para igualar la serie, dejándolos en solo 3 hits, sin carreras y repartiendo 6 ponches. Días después, en su primera Serie Mundial, abrió frente a los Padres de San Diego y repitió la proeza, con 7 entradas de actuación, 7 ponches, 6 hits y una limpia.

Las hazañas de Orlando continuaron, al punto de convertirlo en el único jugador foráneo que ha ganado anillos de Serie Mundial en sus tres primeros años en las Mayores (1998, 1999 y 2000). El Duque además fue el primer pitcher en la historia en ganar sus 8 primeras decisiones en postemporada. Fue considerado por varios un “talismán” para sus equipos, pues de las nueve campañas en la MLB, en 8, su equipo pasó más allá de la serie regular.

En la ALCS de 1999 fue seleccionado como MVP (Jugador Más Valioso) por sus dos aperturas de calidad frente a Boston, con 13 ponches en 15 capítulos y PCL de 1.80.

En esa misma postemporada, de hecho en la Serie Mundial de 1999, el Duque tuvo una de las mejores actuaciones de un lanzador en Clásicos de Otoño, cuando venció a los Bravos de Atlanta, con 7 capítulos, 10 ponches, par de boletos y dejándolos en un hit (jonrón de Chipper Jones en el cuarto inning), que fue la única carrera de sus rivales. Como complemento decir que en la lomita de Atlanta estaba uno de los más grandes lanzadores de todos los tiempos, Greg Maddux.

En su palmarés reluce también que Orlando es el único lanzador latinoamericano que ha abierto un partido inaugural (Opening Day) por los Yankees de Nueva York (3 de abril del 2000), encuentro que terminó favorable 3-2, versus Anaheim. "El Duque" pitcheó seis temporadas con los Yankees de 1998-2004 (sin contar el 2003), y en ese lapso tuvo un récord de 61-40 con PCL de 3.96 y 703 ponchetes. 

En su época de Yankee.
El "Duque" en su época de Yankee.

En el 2005, esta vez con los Medias Blancas de Chicago, el Duque tiró de relevo lo que se consideró el “inning” de esa postemporada.

En el Fenway Park de Bosotn, Chicago había permitido en el sexto capítulo que los Medias Rojas de Boston se acercaran y el marcador se pusiera 4 por 3. Con los ángulos congestionados y sin outs, Orlando Hernández entró a lanzar y con la sangre fría que le caracteriza, dominó al emergente Jason Varitek y a Tony Graffanino en fáciles palomones, para después ponchar al difícil Johnny Damon, quien bateó .316 ese año. Los 35,000 aficionados enmudecieron y se quedaron a ver como el cubano terminaba lanzando 3 entradas, a ritmo de un hit y cuatro ponches.

Paul Konerko dijo: “es quizás el lanzador con el corazón más grande que allá visto en mi vida”, justo después de la epopeya. El Duque, por su parte, volvió a ser modesto y expreso tras la hombrada: “He disfrutado de grandes momentos. Yo pondría esto en el mismo nivel que el resto. Uno nunca se acostumbra. La gente piensa que porque una vez lo hiciste en el pasado, se puede repetir todo el tiempo… La cosa más importante es tener un poco de suerte“.

La postemporada del 2005 sería su última en las mayores, pero su carrera en esa época del año fue una de las mejores entre los lanzadores de todos los tiempos. El Duque (de esto no se ha hablado mucho) es el poseedor del récord de mejor frecuencia de ponches en Series Mundiales, con 11.30 ponches por juego completo (36 ponches en 28.2 innings) superando a Josh Beckett (10.80), Bob Gibson (10.22), Tug McGraw (10.12) y Sandy Koufax (9.63), que se reparten los puestos del 2 al 5 en esa categoría. Orlando de hecho tiene la marca de más ponches para un lanzador de los Yankees en un juego de Serie Mundial, con 13 (en 7 y un tercio, en el 2000 frente a los Mets).

Como estadística adicional les traigo las actuaciones del Duque en Postemporada cubana y en las Mayores.
 
En un esfuerzo final por llegar a la Gran Carpa, el Duque firmó en el 2012 con los Nacionales de Washington, pero a pesar de tener excelente faena en las Ligas Menores de esa organización, (2-1, en 11 juegos, 21 ponches en 15.2 innings, WHIP de 0.957, y PCL de 1.72) los directivos resolvieron no llamarle en septiembre y así se escapaba la oportunidad de lanzar por última vez en las Mayores. Su última aparición en la MLB fue el 30 de Septiembre del 2007, aún con los Mets, donde lanzó un inning de relevo frente a los Marlins de la Florida.

Fue en las Grandes Ligas de béisbol donde el Duque, con la mayor naturalidad del mundo, lanzó su guante pues la bola había quedado atorada en él, hacia el inicialista Tino Martínez; o donde se plantó cruzado de brazos sobre la línea de cal de primera base esperando a Coco Crips, quien se negaba a avanzar y terminó marchándose al banco; también en las Mayores robó par de almohadillas a la edad de 41 años; pero sobretodo, como enamoró a aficionados y entendidos fue con sus mágicos movimientos para lanzar, donde su rodilla izquierda llegaba a la altura del rostro, escondiendo las manos al bateador y marcando (además de su número 26) uno de los sellos más indelebles del béisbol cubano.

En el mejor béisbol del mundo, Orlando “el Duque” Hernández estuvo activo por solo 9 temporadas, con los Yankees, Medias Blancas, Mets y Diamondbacks (en el 2003 fue cambiado a los Expos de Montreal, pero no pudo lanzar en toda la campaña por estar lesionado) y sus 90 triunfos frente a 65 reveses, 4.13 PCL, más de 200 partidos iniciados, 1300 entradas y 1000 ponches suenan discretos, pero a la hora de hablar de héroes en postemporada el Duque brilló como el mejor y se codeó con todas las grandes figuras de su generación en las Mayores.

Orlando fue grande como lanzador, pero para un hombre que se estima haya ganado más de 30 millones en concepto de salario y que lograra mantener su modestia, su cubanía y la capacidad de brindar una mano amiga a todos lo que lo han necesitado, le hace mayor como ser humano. Su eterno orgullo por haber sido miembro de los Industriales y repetir hasta el cansancio el privilegio que fue jugar en Cuba, con los Azules, le convierte (aún más) en el pelotero con más simpatizantes en la isla.

En estos 26 años el Duque me ha sido a mi igual que el congrís y los chicharrones, el Benny y la Guantanamera, el sol de agosto y sus playas superpobladas, las caderas de nuestras mujeres y su picardía, las guaguas y las colas. El Duque ha sido todo este tiempo sinónimo de cubanía y, más allá de la enrevesada política y los que han intentado opacar su luz llamándole traidor, Orlando ha enriquecido el orgullo de todos los que disfrutamos cada uno de sus triunfos. El Duque, le guste o no a sus detractores, ha tenido, desde su debut, los ojos, la esperanza, el orgullo, el placer y la hermandad de toda una familia beisbolera cubana, que comienza con los propios atletas y termina en el menos estricto de los fanáticos.

En estos 26 placenteros años, el Duque logró 2 títulos de Series Nacionales (1992 y 1996), el oro olímpico (1992), sus 4 anillos de Serie Mundial (1998, 1999, 2000 y 2005), los tres metales dorados en campeonatos mundiales amateur de béisbol (1988, 1990 y 1994), dos primeros lugares en Copas Intercontinentales (1993 y 1995), oro Panamericano (1995), oro Centroamericano (1993) y primer lugar en Juegos de Buena Voluntad (1990), como sinopsis de una carrera legendaria.

El Duque siempre sería mi primera selección para lanzar (no Clement, no Lazo, no Carpenter, no Ajete, no Petitte, no Valle, sino el Duque), pero ese soy yo, fanático apasionado irreconciliable con la razón, que he visto toda una pléyade de pitchers en Cuba usando el 26 o el 62 (para ser más discretos), mientras que se hace difícil ver un jugador de posición con esa numerología (en la pasada Serie Nacional, 14 lanzadores usaron el 26 o el 62, mientras que solo 2 entre el resto de las posiciones). Insisto, quizás sea solo mi exceso de entusiasmo, pero creo que el mito Orlando “el Duque” Hernández ha sido más trascendental de lo que nadie hubiera podido creer.

El Duque, además, fue la piedra definitoria en el puente que devolvió a la afición la necesidad por el acceso a las Grandes Ligas de beisbol. Bárbaro Garbey, a principios de los '80 puso su grano, René Arocha, una década después se convirtió en otro que estimuló el regreso de los fanáticos cubanos a las Mayores, mientras que los éxitos de Livan Hernández en la Postemporada de 1997 y su triunfo en la Serie Mundial de ese año, dejó lista la escena para que un año más tarde, su hermano, Orlando, terminara de cementar la unión entre los verdaderos seguidores del deporte en Cuba y las transmisiones, la prensa y toda la información en general de la Gran Carpa.

Y es que la fantástica carrera, más allá de corta, del Duque en la MLB, rescató el interés y el orgullo de todos los cubanos, por ver como sus compatriotas lograban imponerse en el mejor circuito de béisbol del mundo y competían con los más talentosos peloteros del orbe.

El Duque hizo renacer las glorias olvidadas (u ocultas en muchos casos) de Orestes Miñoso, Tony Taylor, Dagoberto Campaneris, Mike Cuéllar, Luis Tiant y Tony Pérez, entre otros.

El destino escogió al Duque para este proyecto y no creo que hubiera selección mejor, por la manera en que este se impuso en el béisbol profesional, por el estilo humilde y modesto que ha logrado mantener este vecino del Wajay y por el carisma que le impregnó a sus triunfos, que de hecho siempre han sido nuestros.

Para mí, y estoy seguro que para la mayoría, el Duque lanzó 2824 entradas, dio 2297 ponchetes, abrió 398 juegos de los 465 que tiró, ganando 225 y perdiendo 115 de estos, en su carrera como pitcher cubano. El orgullo de ser de esta isla es uno solo, no lo define ni la política, ni la distancia, y mucho menos las Series Nacionales o las Grandes Ligas. El Duque ha sido de toda Cuba por los últimos 26 años y nada ni nadie puede cambiar esto.

Nuestro Duque, allá o acá, nos brindó el privilegio de verlo lanzar desde 1986, ya sea con el uniforme de los Medias Blancas, el de Industriales o el del Cuba. Nuestro Duque fue un atleta que una vez que lo veías pitchear no lo olvidabas nunca y es por ello que andará tirando esféricas en nuestras memorias por siempre, porque los inmortales nunca se van, ni se retiran, sino que viven para toda la vida en nosotros, los que nos enamoramos de un 26 invencible, sonriente, heroico y sobretodo, cubano.

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