Presidente de símbolos

Sería un gesto más que simbólico que el gobierno tomara bajo su responsabilidad el Paseo de la Reforma, cuyas estatuas representan lo mejor que le ha ocurrido al país, pero ahora lucen abandonadas

 

06 de Julio de 2019

 

Por Fernando Islas

 

Símbolos. Al Presidente le gustan los símbolos. Es un hacedor de ellos. Pensemos en su “informe” del lunes 1 de julio, un año después de su triunfo en las elecciones, “en el corazón político, económico y cultural de México”, de frente al pueblo, sin que miembro alguno de su gabinete lo flanqueara antes o después del acto. Eso dice mucho del hombre que despacha en Palacio Nacional: él y sólo él da la cara al tiempo que sus colaboradores le entregan los resultados que les exige por la sencilla razón de que el pueblo así lo demanda.

Andrés Manuel López Obrador simboliza al portavoz del gobierno que encabeza, sin “intermediarios”, con las muletas de mujeres y hombres que ejercen una función pública “transformadora”. 

“Hoy, a 12 meses exactos de esa hazaña colectiva, estamos aquí para reafirmar nuestro compromiso de no fallarle al pueblo de México”, señaló López Obrador en su largo discurso del lunes. “Venimos a rendir cuentas con absoluto apego a la verdad. Con lo conseguido en siete meses bastaría para demostrar que el cambio de gobierno no ha sido más de lo mismo. Que, por el contrario, está en marcha una profunda transformación de la vida pública de México”, afirmó.

“Siempre he pensado que la política es, entre otras cosas, pensamiento y acción, pero ahora son tiempos de hechos, no de palabras, como decía el revolucionario mexicano que más admiro, el general Francisco José Múgica”, militar y funcionario incorruptible, también periodista opositor a Porfirio Díaz, que permanentemente vio por la gente más necesitada, como pretende hacer López Obrador, un siglo después, al entregar dineros a los sectores vulnerables del país, ayuda prometida y ya cumplida.

Como Múgica, López Obrador desea simbolizar al prohombre que irá hacia donde el pueblo lo lleve.

En su mensaje en el Zócalo se refirió también, por supuesto, y a propósito de amparos y juicios que el gobierno tiene pendientes, a Benito Juárez, figura nacional que se alza sobre el común de los políticos de ayer y hoy: “Como decía el presidente Juárez, nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”.

Precisamente, siendo juarista, sería un gesto más que simbólico que el gobierno federal tomara bajo su responsabilidad el Paseo de la Reforma, cuyas estatuas, proyecto del periodista y gran biógrafo Francisco Sosa (1848-1925), posan como símbolos, a saber, de lo mejor que le ha ocurrido al país, pero que hoy en día lucen vandalizadas algunas, robadas otras y sin mantenimiento todas.

En el año de 1887 en el periódico El partido liberal, explica el maestro Ernesto de la Torre Villar, Sosa “publicó una iniciativa para que cada estado de la República levantase en la calzada de la Reforma dos estatuas de sus más relevantes ciudadanos, comprometiéndose él a escribir las biografías de los mismos. Esta propuesta
tuvo gran aceptación y la erección de los monumentos pudo hacerse embelleciendo el paseo o calzada de la Reforma” (en el prólogo a Las estatuas de la Reforma. Noticias biográficas de los personajes en ellas representados, UNAM, Biblioteca del Estudiante Universitario, 1996, 262 pp.)

El martes, la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, señaló que destinará 50 millones de pesos para la remodelación y cuidado de estos monumentos, previa autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Por desgracia, no es la primera vez que estas figuras de bronce requieren de mantenimiento correctivo. De ahí, acaso, la necesidad de elevar su resguardatario o destinar recursos fijos con el objeto de prevenir su deterioro.   

Las estatuas de Reforma simbolizan ideales afines a López Obrador, posiciones que, desde su punto de vista, nunca envejecen. Esos monumentos que enmarcan una de las avenidas más emblemáticas del mundo representan “un todo en el que los ideales patrióticos se imponen, en el que el cultivo de las virtudes cívicas hace que hombres de carne y hueso se transformen por el agradecimiento del pueblo en imágenes de bronce” (Ibidem).

Ignacio Ramírez, Leandro Valle y Francisco Zarco, entre muchos otros personajes emblemáticos, nos demuestran que la historia es símbolo de novedad.