Cerrar filas

La presencia de funcionarios mexicanos fue una jugada inteligente que, a mi juicio, será exitosa. La razón es simple, Trump busca reelegirse, la economía estadunidense va bien, y el costo económico para los estadunidenses podría convertirse en un balazo en el pie

 

03 de Junio de 2019

La semana pasada, el presidente Donald Trump lanzó fuertes descalificaciones y amenazas contra México. Exigió a nuestro país frenar el flujo de migrantes. Planteó la imposición de un gravamen arancelario de un 5%, a partir del 10 de junio, mismo que se incrementaría de manera gradual, si México no detiene a los indocumentados centroamericanos en la frontera común.

Trump sentenció: “Como todos saben, Estados Unidos ha sido invadido por cientos de miles de personas que llegan a través de México y entran ilegalmente a nuestro país. Este flujo sostenido de indocumentados tiene profundas consecuencias en todos los aspectos de nuestra vida nacional, abrumando nuestras escuelas, saturando nuestros hospitales, drenando nuestro sistema de bienestar social y causando cifras incalculables de delitos”.

Como contestación, el presidente López Obrador expresó en una carta: “Creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”. Calificó el lema “Estados Unidos primero” como una “falacia”, y propuso a Trump que instruya a sus funcionarios para que atiendan a representantes del gobierno mexicano, con el fin de llegar a un acuerdo en beneficio de las dos naciones.

Las reacciones fueron inmediatas. El tipo de cambio se depreció fuertemente, no sólo por el impacto que los aranceles planteados por Trump podrían generar, sino que se incrementó la duda en torno a las perspectivas de ratificación del nuevo acuerdo comercial trilateral T-MEC. El Banco de México opinó que la medida de aranceles impactaría en las metas de inflación y crecimiento del país, y fabricantes estadunidenses comentaron que los aranceles tendrían consecuencias devastadoras, tanto para ellos como para los consumidores en Estados Unidos, toda vez que elevarían los precios de innumerables artículos, desde productos del campo hasta ropa y aparatos electrónicos.

Por lo pronto, el canciller mexicano deberá permanecer en Washington hasta destrabar el problema de los aranceles. La presencia de funcionarios mexicanos fue una jugada inteligente que, a mi juicio, será exitosa. La razón es simple, Trump busca reelegirse, la economía estadunidense va bien, y el costo económico de su planteamiento arancelario para los estadunidenses podría convertirse en un balazo en el pie, de cara a la búsqueda de la reelección en 2020. Pero hay que preguntarse: ¿qué tan duradera podría ser una negociación?

El actual mandatario norteamericano tomó, en 2016, a México como el eje central de su campaña política. Prometió acabar con el TLCAN, propuso construir un muro en toda la frontera, fue crítico de los migrantes y las condiciones de seguridad en nuestro país. Es previsible que los señalamientos y las críticas por parte de Trump estén presentes de manera continua y que México vuelva a ser la línea toral de su discurso. Frente a ello, ¿qué debería hacer el gobierno mexicano?

En primer lugar, el gobierno debe tener una estrategia clara, actuar con pies de plomo y evitar convertirse en un simple actor reactivo, mucho menos caer en la trampa de usar el tema para hacer propaganda política al interior del país.

Si bien la carta escrita por AMLO al parecer cumplió con el propósito de abrir una puerta para las negociaciones en Washington, habría que preguntarse si deben hacerse críticas públicas sobre las políticas internas de Estados Unidos. La tradición en la delicada relación bilateral recomienda evitar esto, para no abrir frentes innecesarios.

En segundo término, debemos tener claro que de la aprobación del T-MEC puede derivar un proceso de certidumbre económica, sumamente útil y estratégico para el Estado mexicano. Por ello, caer en una espiral de guerra arancelaria en este momento, más que acercar posiciones, podría alejarlas. Es fundamental dejar clara la capacidad e impacto de la economía mexicana en la vida cotidiana de los estadunidenses, pero sin dejar a un lado el cabildeo en el Congreso norteamericano, a través de grupos económicos aliados.

La inteligencia y la serenidad deberán predominar para que los intereses de México y los mexicanos salgan adelante frente a probables nuevos choques. Evitar hacer uso político del tema en el auditorio mexicano permitirá aterrizar una verdadera visión de Estado, con la que todos podamos cerrar filas.