La oposición toma las calles

Con los “partidos tradicionales” desprestigiados, consumidos por sus conflictos internos y todavía consternados por los desastrosos resultados electorales, la molestia social encuentra vías alternas para expresarse. En primera instancia por las redes sociales, que, además, se convierten en punto de encuentro entre muy diversas posiciones críticas respecto al nuevo gobierno.

 

07 de Mayo de 2019

Por Fernando Belaunzarán

Las elecciones del primero de julio de 2018 no sólo dieron la mayoría absoluta en ambas cámaras a la alianza que postuló a Andrés Manuel López Obrador, también hicieron volar por los aires al sistema de partidos conformado en la accidentada y contradictoria transición de las últimas décadas, dejando a la actual oposición partidaria reducida, debilitada y en crisis. Esto ha sido aprovechado por el Poder Ejecutivo para concentrar el poder más allá del mandato de las urnas, pasar sobre diversos contrapesos e imponer decisiones caprichosas sin mayores resistencias institucionales.

Es verdad que el nuevo gobierno lleva apenas cinco meses, aunque vale la pena recordar que, desde el día siguiente de la elección, el actual mandatario asumió un ostentoso protagonismo en la agenda pública y, mucho antes de asumir, tomó decisiones polémicas, como la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, que generaron inconformidad en importantes sectores de la población.

Con los “partidos tradicionales” desprestigiados, consumidos por sus conflictos internos y todavía consternados por los desastrosos resultados electorales, la molestia social encuentra vías alternas para expresarse. En primera instancia, por las redes sociales, que, además, se convierten en punto de encuentro entre muy diversas posiciones críticas respecto al nuevo gobierno. De ahí surgió la convocatoria a manifestarse el 5 de mayo en distintas ciudades del país, promovida por una pluralidad de colectivos digitales.

La organización de las marchas fue horizontal y ciudadana. Sin recursos ni acarreo, cada quien llegó por sus propios medios y difundió sus propias consignas, las cuales variaban desde la exigencia de renuncia al Presidente hasta el reproche a éste por dividir y polarizar cuando estigmatiza a quienes discrepan, llamándolos “fifís” y “conservadores”, pasando por la crítica a las decisiones del Ejecutivo en torno al NAIM, Tren Maya y refinería en Dos Bocas, así como a los miles de despedidos del gobierno federal.

Fue tal la diversidad y espontaneidad de los convocados, que el hashtag que se eligió para abarcar la pluralidad de los manifestantes fue muy general y moderada: #AmloMxTeReclama.

Si bien resulta prematuro y exagerado pedir la renuncia de quien obtuvo 30 millones de votos antes de su primer semestre de gobierno, por supuesto que hay razones que explican y sustentan la indignación de los miles de ciudadanos que tomaron las calles: acabamos de pasar por el primer trimestre más violento del siglo, la economía no crece, la tasa de desempleo es la mayor en el último lustro, tres de cada cuatro contratos se han dado sin licitación, se insiste en la militarización del país, etcétera.

Se dice que es poco tiempo para pedir resultados, pero quien prometió soluciones providenciales desde el primer día y decretó que ya estábamos en la “Cuarta Transformación” fue el presidente López Obrador. Y lo que se ve es un gobierno de improvisación y desprecio por el conocimiento. Corrieron a miles de técnicos y colocaron en su lugar a fieles militantes que no saben qué hacer en los cargos.

La polarización se ha promovido desde el poder y eso también explica lo rápido que la oposición social se movilizó. Lamentable que la reacción oficialista haya sido el ninguneo y la descalificación a los manifestantes, incluso por su clase social y color de piel. Mientras AMLO otorga contratos sin licitar, sus seguidores, organizados, promueven resentimientos clasistas contra los inconformes, un ingrediente muy peligroso en el Caldero de Odio que se ha vuelto el debate público y que pudiera trascender las redes sociales hacia la violencia física.

Para evitar que el autoritarismo se asiente en el país, la inconformidad deberá encausarse, en algún momento, hacia las urnas. Las marchas son importantes y vendrán más, pero habrá que pensar cómo construir un bloque opositor transversal que coordine la acción en las calles, el parlamento y las elecciones para ser un contrapeso real a la nueva hegemonía y enfrentar con éxito al hiperpresdiencialismo autoritario que busca eternizarse en el poder.