02 de Junio de 2016

Tengo que confesar que no tenía ganas de votar el próximo domingo. Carlos Elizondo me había convencido. La semana pasada, en estas páginas de Excélsior, mi colega y amigo había escrito una magnífica pieza argumentativa de por qué él no iría a votar para avalar el circo de la asamblea que redactará la Constitución de la Ciudad de México. Recomiendo mucho leer este artículo (http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-elizondo-mayer-serra/2016/05/...). En esas andaba, coincidiendo con Elizondo, cuando de pronto vi lo que le hicieron a maestros que rehusaron participar en la huelga convocada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Chiapas: una bola de vándalos, que al parecer ni eran profesores, los rapó en público y los hizo caminar por las calles de Comitán descalzos y con letreros en su pecho que los identificaban como “traidores”.

Estas escenas me recordaron momentos muy ominosos de la historia del siglo XX. Cómo los nacionalistas españoles rapaban en público a las esposas de combatientes republicanos. Cómo los alemanes nazis les cortaban las barbas a los religiosos judíos para denigrarlos en público. Cómo los partisanos victoriosos despojaban de su pelo a los colaboracionistas después de la Segunda Guerra Mundial. Cómo estudiantes chinos paseaban a intelectuales con enormes sombreros en forma de cucuruchos en donde los acusaban de traidores durante la Revolución Cultural.

Increíble ver esto mismo en México en pleno siglo XXI. Horrible observar la presencia del gen autoritario en grupos sociales que no creen en la democracia. Espantoso que las autoridades no hayan hecho nada para impedir este tipo de escenas vergonzosas.

Fue entonces que revisé mi decisión de no ir a votar el domingo. Elizondo tiene razón acerca de que la asamblea constituyente de la capital es una burla. También es cierto que los mexicanos estamos muy enojados con nuestra democracia que ha permitido y fomentado tanta corrupción. Ni qué decir de la partidocracia que nos provoca un gran rechazo por no haber entendido el hartazgo ciudadano. Pero yo me pregunto: ¿y cuál es la alternativa a la democracia?

De que hay opciones, hay opciones, pero todas son un horror comparadas con la democracia. ¿Queremos regresar al sistema autoritario que tuvimos en México durante la mayor parte del siglo XX? ¿Nos conviene una dictadura militar como la tuvieron tantos países latinoamericanos el siglo pasado? ¿O un régimen totalitario como el nazi o el soviético? ¿O un gobierno revolucionario como el chino, norcoreano, camboyano o cubano? ¿Acaso el caudillismo africano es opción?

Desde luego que no. Lo que más nos conviene es seguir por el camino de la democracia-liberal. En ese sentido, tenemos que buscar una mejoría al sistema democrático actual que tiene tantos agujeros. Lo que no podemos hacer es claudicar, comenzando por uno de los actos ciudadanos más importantes en toda democracia: votar.

En México nos ha costado mucho tiempo, esfuerzo y dinero ganarnos el derecho a elegir a nuestros gobernantes en las urnas. Yo estaba dispuesto a no votar convencido por los argumentos de Elizondo de que mi voto, en este 2016, en la Ciudad de México, no serviría más que para legitimar una ocurrencia fútil del jefe de Gobierno capitalino. No obstante, he cambiado de opinión al ver a los fascistas mexicanos rapar con toda impunidad a los maestros cumplidos. Perdón, Carlos, pero es lo único que se me ocurre para demostrar mi total rechazo a este tipo de actos autoritarios denigrantes.

Y desde luego que no votaré por aquellos partidos que directa o indirectamente han apoyado a estos vándalos que, en supuestas aras revolucionarias, o para oponerse a reformas que fueron aprobadas por una gran mayoría en el Congreso, vejan a personas indefensas ante una turba incivilizada.

A todos aquellos que tienen el derecho de votar este domingo los conmino que lo hagan aunque estén enojados. Incluso lleven a sus hijos a las casillas y explíquenles la importancia del voto. Hagámoslo como un acto cívico para demostrarle a los autoritarios que no pasarán.